Qué decir de Ámsterdam?... Cómo
resumirlo?... Cómo definirlo?...
Nos recibió con clima frío, con
lloviznas intermitentes y por momentos con lluvias que nos obligó a detenernos,
aunque no a bajarnos la moral. El sol por su parte, se esforzó en entibiar
nuestros paseos. Elegimos también las calles más estrechas, mejor protegidas
por las construcciones, la que nos brindaron su cobijo.
Es interesante mezclarse en ese
organizado caos de tránsito formado por una multitud de ciclistas que se
desplaza con inusitada velocidad, irreprochable seguridad y respeto, sin
resignar sus prioridades; menor cantidad de motos, algunos autos, muchos
peatones, tranvía eléctricos, que por momentos parece que van a subirse a las
veredas (en realidad somos nosotros, que en el afán de no perdernos nada
usurpamos carriles que no nos pertenecen).
Gente amable, dispuesta a ceder
el paso y con aire de despreocupación. Pocos perros, pero eso sí, todos de raza
y con sus respectivos dueños, quienes parecen no preocuparse por las improntas
que dejan sus mascotas. A los gatos en cambio, se los ve en interiores de
lugares públicos como bares y cafés.
No vimos vagabundos, linyeras,
excepto uno o dos (nada en realidad); no hay “eco recolectores” (nuestros
cartoneros) y la basura que se ve en las veredas remiten más a una mudanza que
al resultado de una limpieza.
Bicicletas, bicicletas… Los
canales ganan protagonismo en el paisaje. Muchas casas flotantes, por lo
general muy cuidadas y algunas ornamentadas en extremo.
Bicicletas, más bicicletas…
Encadenadas a postes, barandas, encimadas… Algunas sin duda están ahí desde
hace meses sin que sus dueños las rescaten.
Ansiaba ver el barrio rojo, tanta
veces difundido y mostrado aunque siempre de una manera procaz, hasta
malintencionada. Me encontré con un lugar pintoresco donde las ofertas de sexo
no se ocultan pero se muestran con estilo, sin acosos, sin excesos y hasta con
prudencia. Creo que hay más de leyenda por la cantidad de curiosos (como
nosotros) que circula con una mezcla de “interés turístico” y curiosidad por
algo que si bien es universal, en Ámsterdam se ejerce de una forma particular.
La estadía me pareció corta pero
por demás rica. Es uno de esos lugares en que se ansía volver y reconocerlo.
Mis escasos conocimientos y recuerdos de los Países Bajos se remontan a la
escuela primaria y mi papá reforzaba la importancia de que el hombre le ganara
terreno al mar con la construcción de “Pólders”, lo decía con orgullo, por lo
titánico de la obra. En épocas de filatelista, también los sellos despertaban
mi curiosidad por esos lugares tan lejanos…