miércoles, 1 de julio de 2015

Colmar

Amanece en la campiña Francesa,  el día se anuncia fresco pero agradable, los campos sembrados, junto a  los colores otoñales,  me invaden por completo trasmitiéndome una inmensa tranquilidad, las pequeñas poblaciones que interrumpen de tanto en tanto el paisaje, se asemejan a la fantasía que encierran los cuentos infantiles. La escarcha de los campos al ser atravesadas por los rayos solares, se defiende formando  grandes bancos de niebla y creando una imagen similar a la de un avión atravesando las nubes. Finalmente el tren nos dejo en la estación de Colmar.


Es dificil traducir en palabras el encanto que se percibe en este cálido y pintoresco  pueblito, su cercanía con la  frontera Alemana deja en él una  marcada  impronta  que lo caracteriza, la conjunción de estos dos países,  personaliza a este pueblo, haciendo emerger de el un especial atractivo.





Como salido de los cuentos, Colmar ofrece un sinfín de colores en las fachadas de sus construcciones y las flores que bordean los canales. Prolijo y ordenado nos permitió disfrutar además de su belleza de los mejores capuccinos y pattiserie.




Un inolvidable viaje que supo retroalimentar nuestros sentidos.