La lectura de buena parte de la obra
de Julio Cortázar como así también de varios trabajos biográficos, generó nuestro
interés por recorrer lugares que tuvieran que ver con la estancia del escritor
en París.
Sin respetar necesariamente un orden,
visitamos la Ciudad Universitaria ,
donde se instaló cuando llegó becado por el gobierno argentino, con la
intención de instalarse en forma definitiva.
Pasamos por la UNESCO , donde trabajó en
forma parcial haciendo traducciones que no le impidieran disponer de su tiempo
libre para seguir viajando. En un bar frente al 9 de la Place du General Beuret
hicimos guardia, café de por medio, para ver si el azar nos favorecía con la
aparición de Aurora Bernárdez, primer esposa y heredera de su legado. A la
mujer de más de noventa años, que aún vivía en el piso que compartió durante
años con Cortázar, no pudimos verla pero nos conformamos con la tranquilidad
que transmite el lugar en una mañana soleada y helada.
En el 4 de la rue Martel hay varios
bloques de edificios con una única entrada; allí vivió hasta su muerte con
Carol Dunlop y es el único lugar que ostenta en su frente una placa
(evidentemente nueva) con la leyenda “Ici vécut JULIO CORTAZAR 1914 – 1984
Écrivain argentin natularisé francais auteur de “MARELLE”.
También el 56 de la
Rue Alesia lo tuvo como huésped aunque nada
lo indica en su fachada.
Otros lugares aunque sin nombrarlo,
también hablan de Cortázar porque él precisamente habló de ellos en su obra.
Así por ejemplo la
Galería Viviane es protagonista del cuento “El otro cielo”,
donde recorrimos locales antiguos, buscamos hasta encontrar las escaleras de
caracol que llevan a los departamentos superiores e imaginamos por un instante
los encuentros con Josiane y decidimos quedarnos con la certeza de su
existencia.
El Parc Montsouris era visitado con
frecuencia por Cortázar ya que está frente a la Ciudad Universitaria
y es otro de los tantos espacios verdes que proporciona Paris para el
esparcimiento de propios y turistas.
No podíamos evitar una vuelta por el
Cementerio Montparnasse y repetir la visita a la tumba que se renueva
permanentemente de mensajes y simbolismos a modo de recuerdos de sus lectores
(desde un boleto de metro a un ejemplar de Papeles inesperados y otro de
Rayuela cuyas hojas se pegaron por las lluvias y permanecen abiertos y rígidos
en cualquier página). Esta vez nos limitamos a contemplar por un tiempo breve
el lugar; creo que nos pareció un poco invasivo agregar algo a tanta carga
demostrativa de afecto.