A Bruselas llegamos
desde París donde el tren que tomamos en la Gare du Nord nos hizo recorrer esa
distancia hasta territorio belga en poco más de una hora.
Teníamos un
itinerario acotado al tiempo disponible, que incluyó la Grand Place , un Mercado de
antigüedades, el Palacio Royal, el Mont des arts, la Catedral
San Michel y Ste. Gudula y la Galería du Rei. El arte en
general ocupa un buen lugar tanto en espacios públicos como en galerías y
museos como el de Magritte.
Almorzamos sándwiches
de jamón crudo, berenjenas en escabeche y queso parmesano. En la merienda recuperamos
temperatura en un Café-Tasse con un chocolate caliente.
No recuerdo haber
tenido en otra ocasión el frío que sentí en las calles de Bruselas. A pesar de
los abrigos que incluyeron gorro de lana y guantes de cuero y piel, los dedos
estaban ateridos y no podía manipular el dinero ni la cámara de fotos.
Aún así, las bajas
temperaturas no sólo nos permitieron hacer lo previsto sino que además recorrimos
las inmediaciones del Átomo en las afueras de la ciudad, una estructura de poco
más de 100 mts. de altura emplazada en el año 1958 y que representa un cristal
de hierro ampliado 165 mil millones de veces. Se justificó ampliamente para
este caso el largo recorrido y la combinación de dos Metros para llegar a ese
lugar descampado en que el aire era más gélido aún.
Bruselas tiene
historia y personalidad. Fue muy acertado haberlo incluido en esta ocasión y
dedicarle al menos una jornada que pudimos aprovechar al máximo.