Es una peregrina de cuya estatura se
encuentran pocas; es parisina por elección y se destaca entre otras cosas por
su habilidad para el desplazamiento subterráneo, haciéndole cosquillas desde
abajo al piso de la ciudad.
Es muy diestra en las combinaciones que permiten
llegar en el menor tiempo y con la mayor exactitud a ese lugar; tiene cada recorrido grabado en la mente y por las dudas en
el pequeño plano Paris poche dobladito, desplegable, generoso.
El 8 dirección Balard, lo tomamos en
Madeleine, pasa por Concorde, Invalides, La Tour Maubourg bajamos en la École Militaire, en la vereda
misma del Royal Phare…
Chatelet.. dice la voz grabada de una
mujer casi llegando a la estación. Chatelet.. repite en otro tono apenas más
bajo ya entrando, donde la oscuridad del túnel da paso a la luz artificial,
aliviadora, y al inmediato intercambio de pasajeros, casi en la misma
proporción los que entran y los que salen.. pardon, pardon.
Pero nuestra experimentada viajera aún
se manejaba con tickets cada vez que necesitaba inaugurar un recorrido,
inadmisible para alguien que se mueve en ese nivel de conocimientos.
Para ella llegó el Pase
Navigo Découverte, la tarjeta que le cambió la vida; apenas mostrarla,
ni siquiera apoyarla, y las puertas se abren, el Metro la recibe triunfante,
vencedora, dispuesta a desenredar el intrincado manojo de cables multicolores.
Yo en tanto la sigo, copio sus
movimientos y aprovecho con mi Navigo las ventajas de no tirar
tickets nuevos creyéndolos inservibles, a no guardar los usados por si al
doblar la esquina lo exige un control.
En fin, el Metro me ha proporcionado
algunas experiencias y también aprovecho esa tarjeta desde cuya foto me sonrío,
tal vez pensando en las próximas veces que pienso usarla.