domingo, 3 de agosto de 2014

Vuelo de Bautismo

Es como que el viaje empezó en la autopista que nos llevó desde el centro de Buenos Aires a Ezeiza.  La primera impresión de cambio, de diferencia, fue avistar aviones “grandes”, que nunca había visto, y que en este caso estaban en un hangar previo al aeropuerto.

Es sábado, aunque el día poco importa y sólo lo reconozco por inercia, por haber transcurrido la semana esperando este día. Salimos ayer de Córdoba y dormimos en Buenos Aires por una cuestión de horarios, de comodidad, de evitar las corridas y de disfrutar desde un primer momento el viaje.  Entre ayer y hoy el clima ha cambiado, el otoño está presente más allá que el almanaque le dio lugar hace veinte días.

Este es mi vuelo de bautismo trasatlántico, nunca antes fui a un país no limítrofe. No dejo de sorprenderme de la forma en que se mueve Ella, no deja nada librado a la suerte, todo está pensado, medido y calculado en el detalle más pequeño, y eso que tiene experiencia de sobra en estos quehaceres; sin embargo controla todo, repasa todo y hasta el ensayo general forma parte de una rutina que parece acompañarla casi con obsesión.

Su ánimo es inmejorable, bien predispuesta y entusiasta, aunque sin ansiedad, sin nervios. Sabe cómo sigue todo, pero controla de nuevo y repasa otra vez, creo que nada más que para asegurarse que está haciendo bien las cosas. En cambio yo, siento una mezcla de emoción y ansiedad aunque es algo que vengo madurando desde hace un tiempo bastante prudente.

Este es sin dudas el momento justo, apropiado para que hagamos “nuestro viaje”. Las condiciones están dadas y nuestros espíritus preparados como esponjas para absorber y llenarnos hasta rebalsar.  

Ya no hay cuenta regresiva, estamos en tránsito y más allá de lo escrito, hay cosas y momentos que no tienen palabras apropiadas para definirlas.