sábado, 9 de agosto de 2014

Humahuaca

Recorrí en repetidas ocasiones la Quebrada de Humahuaca en la Provincia de Jujuy.
En particular, la ciudad que le da nombre al accidente geográfico renueva cada vez mi admiración en relación a su gente, a los nativos del lugar.

En cada visita fue suficiente estacionar el vehículo y descender para verme rodeado de un grupo de personas, en su  mayoría niños y adolescentes, dando la bienvenida y ofreciendo con insistencia su compañía para recorrer los lugares más importantes del pueblo.

Aceptar la oferta significa contar con el apoyo de por lo menos dos personas que transmiten con sentimiento y precisión los hechos acontecidos allí, los naturales que trascendieron por su condiciones artísticas (músicos, poetas), el significado y la importancia de cada obra (el Monumento a la Independencia, el Mirador de Belgrano, la Municipalidad con la clásica aparición de San Francisco a las doce del mediodía bendiciendo a los feligreses, etc.).


Obviamente el servicio lo hacen a cambio de una retribución voluntaria que su esmero invita a ser generosos, pero destaco el orgullo y la humildad de esa gente, el sentimiento que ponen en las coplas que recitan y la emoción con que repiten (aunque con seguridad lo hacen varias veces por día) las estrofas del poema “No te rías de un coya”, de Fortunato Ramos.