A una hora de Roma se encuentra
Orvieto, ubicado sobre un peñasco en el medio del largo valle del Río Paglia,
en el rincón sur-occidental de la Umbría.
Desde el primer momento quedé
cautivada por este bellísimo y agradable
pueblito, con sus edificaciones medievales y el espectacular Duomo, el
cual es una joya arquitectónica romano-gótica; su construcción fue iniciada en
el año 1290 y está considerado como el mejor ejemplo de arquitectura gótica en
Italia.
Las estrechas callecitas con sus
famosas cerámicas pintadas a mano, la ornamentación de los negocios
y sobre todo la tranquilidad y calidez
de su gente, dan a Orvieto un encanto particular.
Durante el ascenso hacia la parte alta del pueblo visitamos la antiquísima iglesia de San Lorenzo de Arari que si bien la estaban refaccionando, pudimos apreciar los frescos que aun conservan sus paredes y que datan del siglo XIII.
En nuestro camino hacia el acantilado nos encontramos con una lugareña que desde la ventana de un primer
piso, muy gentilmente nos indico que sendero debiamos seguir para encontrar las mejores vistas desde el peñasco.
A la salida del pueblo se
encuentra el Pozo di San Patrizio, una
gran obra de ingeniería construida en 1527 por voluntad del Papa Clemente VII
para abastecer de agua a la ciudad en caso de asedio, (cosa que nunca sucedió)
y jamás tomaron su agua. Tiene una profundidad de 62 metros y se accede por
una escalera caracol a doble hélice con 248 peldaños iluminados por 72
ventanales redondeados en su parte superior, causa vértigo asomarse por ellos
para ver el fondo pero vale la pena la visita.